La sociedad mallorquina no ve con buenos ojos la relación adúltera de George Sand con el músico Frédéric Chopin, seis años menor que la escritora y gravemente enfermo de tuberculosis. Por eso, cuando viajan hasta la isla con la idea de de que el suave invierno mallorquín será beneficioso para Chopin, nadie quiere facilitarles alojamiento. La única posibilidad que se les ofrece es la de instalarse en la inhóspita Cartuja de Valldemossa, que carecía de toda comodidad. A las dificultades por las que atraviesa su relación, a la frágil salud de Chopin y a la presencia de los hijos de George Sand, se suma la incomprensión y falta de hospitalidad de los lugareños.