El amor de Severo Ochoa por la investigación y la medicina empezó a temprana edad, como su amor por la que después sería su mujer, Carmen García Cobián. Desde su niñez en las playas de Luarca asistimos al periplo del científico asturiano por distintos países del mundo: el trabajo y la vida alegre en Madrid, la proclamación de la Segunda República, la Guerra Civil, el exilio de la pareja a consecuencia de la guerra, sus años en la Alemania nazi, donde Severo presenció dolorosas persecuciones a compañeros judíos, y su llegada a Nueva York, donde finalmente conseguiría el Nobel de Medicina.