Marcelino, un provinciano tímido y encogido, propietario de una fábrica de chocolates de un pueblo, viene a Madrid con su madre para presentarle a su novia. Ambos se alojan en casa de tía Paula, hermana de la madre, tan vieja y extraña como ésta. Marcelino les presenta a Maribel; ésta es de las que hacen la carrera en la barra de cualquier bar americano. En uno de ellos ha conocido a Marcelino. El, naturalmente, no se ha atrevido a hablarle de matrimonio. ¡Es tan apocado! Pero cuando la lleva a su casa y le presenta a su madre y su tía, Maribel queda desconcertada. Su primera reacción es huír de allí, avergonzada. Pero ni Marcelino ni las dos viejas parecen comprender nada. Pasa los días en aquella casa, donde se la trata como a una señorita, y llega a pensar que, efectivamente, lo es. Pero sus tres amigas, Pili, Rufi y Niní, compañeras de pensión de la muchacha, consiguen llevar la duda a su ánimo. Todo aquello es muy raro, muy extraño. Y cuando descubren que Marcelino es viudo y que su mujer se ahogó en un lago, próximo a la fábrica de chocolates, las tres amigas quedan convencidas de que Marcelino es un sádico que pretende asesinar a la pobre Maribel. Pero, al fin, descubren que sus temores carecen de fundamento. Maribel, conmovida, quiere confesar la verdad de su vida a Marcelino. Pero él no la dejará hablar. Y hasta ella misma llegará a creer que la única verdad es que siempre ha sido una muchacha honesta, que un día entró en un bar y conoció allí a Marcelino...